La longevidad como inversión: reflexiones y aprendizajes desde APEC
21 de Octubre de 2025

Por Carlos Román Aránguiz, Director Ejecutivo SeniorLab UC
Hace algunas semanas tuve la oportunidad de representar a Chile en el seminario “APEC Digital Solutions and Technologies for Senior Citizens’ Connectivity and Healthiness”, realizado en Beijing, China. Participé junto a cerca de treinta especialistas de distintas economías del Asia Pacífico, en un espacio que reunió experiencias, políticas y modelos de innovación vinculados a los desafíos del cambio demográfico y tecnológico.
Durante tres jornadas intensas, se compartieron visiones sobre cómo los países están abordando estos temas. En mi caso, fui invitado a exponer y participar del diálogo “Accessible and Inclusive Digital Technologies for Senior Citizens”, una conversación que permitió cruzar miradas entre Asia y América Latina.
Uno de los aspectos que me llamó la atención fue el punto en que se encuentran muchas de las economías de APEC. La mayoría ya ha superado la etapa del acceso a internet y se concentra en el uso que las personas mayores hacen de la tecnología. La brecha actual no pasa por la conectividad, sino por la capacidad de incorporar herramientas digitales en la vida cotidiana de manera significativa. En ese contexto, se mostraron ejemplos simples que han tenido un impacto enorme en la experiencia digital de las personas. Detrás de esas innovaciones hay una idea que me parece esencial: los cambios pequeños pueden tener un efecto transformador cuando se diseñan con propósito.
Otro elemento que destacó fue la evidencia científica disponible sobre los beneficios de la digitalización en la vejez. Diversos estudios muestran impactos positivos en lo cognitivo, físico, emocional y social. Sin embargo, esa información aún no se traduce de forma sistemática en políticas o programas. Falta conectar la investigación con las decisiones públicas y privadas. Medir y demostrar resultados concretos puede ser la vía para que el envejecimiento deje de ser visto como un tema social o sanitario, y pase a entenderse como un eje de desarrollo y productividad.
La colaboración también ocupó un lugar central en las conversaciones. Ningún actor por sí solo podrá enfrentar los desafíos que implica el cambio demográfico. La experiencia de otros países demuestra que los ecosistemas que integran Estado, academia, empresas y sociedad civil logran avanzar con mayor solidez. No se trata solo de sumar esfuerzos, sino de coordinar visiones, compartir información y construir políticas sostenibles que trasciendan los proyectos aislados.
En mi intervención quise destacar la importancia de diseñar soluciones centradas en las personas. Innovar para las personas mayores no puede entenderse como una tarea asistencialista. Es necesario que ellas participen activamente en el proceso, que aporten su experiencia y se involucren en la creación de las respuestas. La inclusión real ocurre cuando se reconoce la capacidad de agencia de las personas y se las considera parte del cambio, no solo beneficiarias de él.
También se discutió la necesidad de avanzar hacia una alfabetización digital continua. En varios países se están implementando modelos intergeneracionales o redes de acompañamiento entre pares. Esas experiencias han demostrado que aprender en comunidad y con apoyo cercano genera más confianza que cualquier curso o capacitación formal. En paralelo, surgió con fuerza la importancia de apoyar a quienes cuidan. Las tecnologías pueden facilitar su labor, reducir la sobrecarga y ofrecer herramientas que fortalezcan su rol dentro de los sistemas de cuidado.
Regresé de Beijing con la sensación de que la longevidad, lejos de ser una amenaza, representa una oportunidad inmensa para innovar. Si logramos conectar longevidad y tecnología desde una mirada humana, podremos impulsar transformaciones que beneficien a toda la sociedad. La clave estará en medir el impacto, escalar lo que funciona y mantener la colaboración activa entre sectores.
En SeniorLab UC trabajamos justamente en esa dirección. Nuestro propósito es contribuir a que Chile avance hacia un modelo de innovación social que ponga a las personas mayores en el centro, con soluciones que sean sostenibles, medibles y escalables.
El cambio demográfico ya está en marcha y el tiempo para actuar es ahora.