Sin el talento senior, abandonamos el sueño de la sostenibilidad empresarial

23 de Mayo de 2022


Por Constanza Contreras, Coordinadora Ejecutiva de SeniorLab

En los años 90, la responsabilidad social empresarial (RSE) ganaba terreno en América Latina. Las empresas comenzaban a verse como un sistema organizado donde se desarrollaban relaciones e instancias que iban más allá de lo económico. En ese sentido, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) mencionaba que las corporaciones socialmente responsables tenían el desafío de obtener los obvios resultados financieros propios del crecimiento económico y empleo, pero también mayor equidad social.

En el presente, el concepto de RSE ha evolucionado para referirse al de sostenibilidad de las empresas (o “sostenibilidad empresarial”). Aunque muchas veces estos conceptos se utilizan como sinónimos, es argumentable que la sostenibilidad empresarial o corporativa va un paso más allá. Hoy el foco no solo se fija en los resultados de la empresa, sino en la manera en que se obtienen: además de considerarse los aspectos financieros de gestión, también importa leer el entorno, pensar en el lugar que tiene dentro del mismo la empresa y los grupos de interés con los que se relaciona.

Lo anterior es relevante porque no da cuenta exclusivamente de cambios conceptuales, sino que refleja la evolución del rol que tiene la empresa como actor en la sociedad. Sin lugar a dudas, las compañías hoy en día hacen más que proveer empleo y con ello fomentar la economía: promueven la innovación y el emprendimiento, desarrollan nuevos servicios para el bienestar de las personas, son generadoras de opinión y en muchas ocasiones también de conocimiento. En ese sentido, el sector privado puede asumir un rol incrementalmente más activo dentro de la sociedad, teniendo la oportunidad de impulsar cambios relevantes. Así, las empresas con foco en la sostenibilidad están interpeladas a, por un lado, tomar responsabilidad por las consecuencias de su acción en el entorno, y por otro, el alcance de sus objetivos en armonía con las demandas y desafíos de la sociedad actual.

En ese sentido, debemos pensar que la sostenibilidad de la empresa no puede separarse de la conversación sobre cómo será la población a la que enfrentaremos en el futuro y las consecuencias sociales de ello. En términos demográficos, Chile está envejeciendo aceleradamente: de acuerdo con estadísticas sistematizadas por el Observatorio de Envejecimiento UC-Confuturo, ya en el 2019 un 50% de trabajadores/as tenía una edad igual o superior a los 41,2 años, la cifra más alta respecto a otros países de América Latina. Para el 2030, 3 de cada 10 habitantes serán personas mayores en Chile (60 años o más). En contraste con ello, la VI Encuesta Nacional de Inclusión y Exclusión social de las Personas Mayores: Cómo observa la población el envejecimiento en Chile, muestra que el 76% de las personas cree que el país se prepara nada o casi nada para enfrentar el envejecimiento poblacional; y un 75% considera que no se aprovechan los aportes de las personas mayores, existiendo poca valoración de su contribución al ámbito social.

Entonces, ¿qué están haciendo las empresas, en su rol social, para abordar este asunto con miras hacia la sostenibilidad?

Hasta el momento poco: son escasas aquellas que muestran interés por la inclusión e integración de personas mayores y en general parece ser que el tema es desestimado si es que no se encuentra amarrado a disposiciones legales que obliguen.

El Diagnóstico Metropolitano: Inserción y situación laboral de personas mayores en las empresas (conducido por SeniorLab UC), evidencia que el interés por los “seniors” en el sector privado es incipiente y se centra en acciones pasivas (no despedir a las personas que se encuentran en edad de jubilación), más que en medidas propositivas (programas para fomentar la intergeneracionalidad, por ejemplo).

Es un hecho que en el futuro, hasta 3 generaciones convivirán en un mismo espacio laboral, por lo que las empresas deben relevar este aspecto y promover una cultura intergeneracional y amigable con la edad. De lo contrario, se abandonan los sueños de sostenibilidad y, más grave aún, se genera una desconexión con el entorno, lo que finalmente es determinante para alcanzar sus objetivos financieros. El camino por delante es claro: las empresas tienen que poner en valor el talento senior, no como la buena acción del día, sino como forma de proyectarse hacia los desafíos del mañana.

Columna publicada originalmente en El Mostrador


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