Opinión | Emprendimiento rural +50: preservando la identidad cultural

25 de Octubre de 2024


Por Daniela Ramírez-Benavides

Coordinadora de Proyectos SeniorLab UC

En los lugares más alejados de la Región de Arica y Parinacota, donde las montañas se alzan imponentes y las tradiciones resuenan en cada rincón, el emprendimiento en Putre tiene un rostro envejecido. Con un profundo sentido de pertenencia y un amor inquebrantable por sus raíces, las personas emprendedoras mayores se han convertido en los guardianes de la cultura y los oficios tradicionales. Pero esto no es tarea fácil: los desafíos que enfrentan son muchos y, a menudo, se perciben insuperables.

En un territorio donde las distancias son vastas y los caminos serpentean a través de paisajes amplios y poco transitados, el simple hecho de mover productos o acceder a mercados puede convertirse en una odisea. Vivir en la comuna de Putre, Camarones o General Lagos no solo implica mayores costos y tiempos de transporte, sino también una sensación de aislamiento que afecta la motivación y el bienestar de quienes buscan mantener vivos sus emprendimientos. Comparado con sus pares urbanos, las comunidades rurales de la región enfrentan una notoria falta de recursos e infraestructura, dejándoles en una lucha constante por sobrevivir en un entorno que, si bien presenta oportunidades, éstas no se muestran adecuadas para enfrentar los desafíos que desnivelan el camino emprendedor.

La formación en técnicas de gestión, marketing o uso de tecnología es limitada, lo que reduce la competitividad de los emprendimientos rurales. ¿Y cómo podrían no hacerlo? cuando escasa conexión de internet y señal telefónica llega a dichas localidades. Mientras que en las ciudades los emprendedores tienen acceso a una amplia gama de programas de capacitación y asesoría, en las áreas rurales estas oportunidades son pocas y estandarizadas, lo cual no aporta en la conversación de quienes necesitan más cercanía en el lenguaje y uso de conceptos a la hora de participar en este tipo de instancias.  

Estos desafíos, sumados a las dificultades para acceder a más educación, ha llevado a muchas generaciones jóvenes a abandonar la ruralidad en busca de un futuro con más oportunidades en las ciudades. La salida de los jóvenes no solo significa la pérdida de manos laboriosas, sino también de las prácticas intergeneracionales, que sabemos hoy en día, es el camino para una sociedad más inclusiva e innovadora.

A pesar de todos estos desafíos, las personas emprendedoras mayores entienden que sus proyectos no solo son una fuente de ingresos, sino también un medio para preservar su identidad cultural. En sus manos, las tradiciones se transforman en productos y servicios que cuentan la experiencia de sus pueblos y que buscan mantener viva la herencia de su historia. En ellos podemos ver el ejemplo vivo de perseverancia y amor por la tierra. Sin embargo, es urgente que se generen políticas públicas que apoyen y fortalezcan estos emprendimientos rurales, adecuando los programas de apoyo, sus reglas y requisitos desde el contexto de la ruralidad.

Así, las personas emprendedoras mayores no solo trabajen por supervivencia, sino puedan disfrutar de la actividad que les conecta con su historia, propósito y motivación en esta etapa de sus vidas. 

* Columna de opinión publicada en La Estrella de Arica


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